noviembre 25, 2003


M�SICA, LA HERIDA INTELIGENTE





Cordell Klier
Apparitions


Desde el fondo de tu ego, y aburrido, un espectador triste, como yo, nos mira. El v�rtex hipn�tico de "tus a�os de experiencia", eso que te llena de adjetivos el gusto y te impide, entre otras cosas, saber cuando algo en verdad te gust� y saber cuando fueron s�lo lenguetazos de az�car. Cordell Klier en verdad me gusta. Me repet� esa frase en un profundo examen de conciencia hasta que vi que no, que no me gusta. El gris lavado de sus melod�as se acercan jocosamente a la experiencia so�adora de Hulger Czukay, sabiendo muy remotamente de lo que estoy hablando. Pero tampoco es el caso buscar en cada �lbum una raz�n para vivir. Ahora repetir� "Apparitions en verdad me gusta."

www.adnoiseam.com




Curlew
Mercury


Las composiciones de George Cartwright habitan ese bosquecito impenetrable que, a falta de mejor salida, se ha llamado Jazz Vegetativo, t�rmino que se atribuye a Fried Chaletta, uno de los mejores cr�ticos de �ste y otros proto-g�neros. La m�sica de Curlew emana riquezas naturales. Hoy es un m�rito, pero hace veinte a�os, en la �poca del pillaje, no se pod�a andar tan campante buscando compa��a disquera sin una propuesta clara, a medio cocer, con experimentos tan (c�mo decirlo) umbilicales. El cord�n viaja del �tero inagotable de Cartwright al vientre bombacho de Mike Paradinas, Jazzanova y Klaus Doldinger, entre otros f�siles de vertidero. M�sica para hacer del pavimento una s�bana hinchada.

www.cuneiformrecords.com




Franz Hautzinger
Dachte muzik


La discograf�a de Franz Hautzinger puede leerse como un vasto repertorio para expertos, o tambi�n, siendo menos obvios, como una escalera que lleva a la ordinariedad de un hospital para tuberculosos. Dachte muzik es el escal�n preferido. No acabo de comprender el af�n repetitivo de Hautzinger, el acto que lo lleva a disfrutar tanto de sus producciones. Pasan las temporadas y sigue con esa exploraci�n vertical y sistem�tica hacia all�, su rumbo indeterminado y magn�tico, una recta que apunta a ning�n lado. �A d�nde espera llegar? Se le ve tan feliz que parece estar cada d�a m�s cerca de El Sitio. Un destino ext�tico, similar al de Georges Bataille cuando escribi�: "Deg�llenme violando a la chica a quien hubiera podido decir: Eres la noche."

www.churchofgrob.com





Molasses
A slow messe


La imagen primaria de Molasses duele en la nuca. Sobrevolando el mar simb�lico de Fairport Convention, su folk doloroso y bello, Molasses se eleva como un albatros y marca el firmamento en tres v�rtices: dos contiguos y uno lejano, lo que te ense�aron como tri�ngulo is�sceles. El lejano es verdaderamente lejano, se tiene una vaga esperanza de llegarlo a conocer y acceder a �l, como el ferrocarril del Guardajugas. Mr Phuy pagar�a en d�lares por cualquier bootleg de aquel v�rtice perdido: The Flatlanders. Los v�rtices contiguos son las hojarascas del antiguo Jalisco y el entrecejo encabronado de Mam� Jacinta, la madrastra odiosa que puedas imaginar con ese nombre. Los 12 minutos de "Delirium rag", la canci�n que abre el segundo disco, te suben el vag�n y no existe boleto de vuelta. Ah, el empaque del �lbum parece dise�ado por Zeus.

www.alien8recordings.com



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noviembre 22, 2003


M�SICA, LA HERIDA INTELIGENTE




Alog
Red shift swing


Hablando de sic�patas, hemos olvidado tantas cosas. Mira, hemos olvidado que un sic�pata es tal porque ha hecho de sus emociones una mera abstracc�n. Quiero que lo intentes, ahora que te veo feliz. Para el sic�pata, extra�ar a un ser amado es s�lo un dato m�s, nada que lo inquiete. As� creo que Alog logra expresar su descontento con �lbumes intensos como �ste, poseedores de una helada fluorescencia, porque Red shift swing ataca y roe mis interiores con la testarudez de un gremio. En septiembre del 2002, en un fat�dico concierto en Haugesund, al suroeste de su natal Noruega, se distribuy� un panfleto que dec�a "Alog, la octava respuesta". Sepa dios cu�l era la pregunta.

http://www.runegrammofon.com




Anouar Brahem
La pas du chat noir


Es ampliamente conocido el rico aroma de los seminaristas en Walleechu, Georgia. Lo que no sabes es que Walleechu no es un poblado de Georgia, y todo te lo crees. Walleechu es una deidad a quien las tribus subandinas ofrec�an vigilias multitudinarias hace 200 a�os y por quien se decoraban altares con cigarros, piezas de pan, tejidos de andrajosa simetr�a y carne de jabal�. Pues sus seminaristas huelen delicioso. Los hueles y memorizas el aroma de parque nevado y melanc�lico, donde tomas una banca y esperas, esperas, esperas. Eso es el �ltimo �lbum del exc�ntrico Anouar Brahem, La pas du chat noir, a decir de la cubierta, hermosa como suelen ser las cubiertas de ECM Records. Pero no lo entiendes: Walleechu, seminarista oloroso, tremebundos violines y chelos.

http://www.ecmrecords.com




Daniel Menche
Beautiful blood


Tomando como referencia su obra anterior, Face of vehemence, es obvio que Daniel Menche lo ha conseguido. Para �l, mantenerse vivo es ser propietario de una en�rgica burbuja de sonidos, una perspectiva voluptuosa de s� mismo, si bien demasiado nativa. Con un lenguaje tentado por los privilegios, tirado con estr�pito de vaivenes y luces como blandiendo espadas, Beautiful blood es un ente dulce y pre�ado, pluvioso y temperamental. "La m�sica est� en la propia sangre, s�lo hay que amplificarla", dice. Un artista de lo accidental, tambi�n un internista, Daniel Menche sufre del mismo nervio que los viejos cultos, raz�n por la cual lo veremos meti�ndose al inconciente colectivo como un gen. Impulsor de teor�as psicoac�sticas que evocan, en el plano filos�fico, al mejor Brian Eno.

http://www.alien8recordings.com





Alphonse De Montfroyd
Silence


En su met�dico af�n por ligar m�sicas tan distintas como el hardiness, de origen corrosivo, y el down lief, un ritmo m�s bien pragm�tico, Alphonse De Montrfoyd ha llegado a un punto ciego. La obsesi�n por las fusiones se valora, pero a De Montrfoyd quiero echarle en cara un par de cosas: el tono ecum�nico de su �lbum Silence y el aire cada vez m�s vigilante en su sentido del humor. No es que la m�sica ambiental sea una recta o ni una curva; es que fue una preciosa recta que ha fuerza de jalones se ha pandeado. Yo mismo fui contrincante de los �ngeles, pero ahora soy un germen corpulento, calvo y p�lido que lucha por los esplendores de la vida.

http://www.adnoiseam.net



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noviembre 13, 2003

Anoche sufr� el mayor acercamiento de mi vida con la m�sica. Y tambi�n con el jab�n.

De acercamientos al jab�n no hay competencia, pero de m�sica s�. La m�sica me ha tocado antes. La iluminaci�n rob�tica de Prince. La canela fantasmag�rica de Tom Waits, Lou Barlow y Kurt Cobain. El atornillamiento enfermizo de Roni Size & Reprazent en vivo, para convalescer toda la vida.

Pero la m�sica no es eso. Es lo de anoche. Sucedi� por coincidencia cuando buscaba secretos del micromundo con el zoom de mi nueva c�mara. La din�mica es muy simple: Canon me ha regalado �nuevamente gracias a Mr Lowrie, CEO de la distribuidora Canon en East Peoria, Illinois� una c�mara que agiganta las cosas al 25 x 1, enfocando a una distancia m�nima de 0.8 mil�metros.

Pronto comprend� que la canoncita se asomaba con asombrosa nitidez a rincones imposibles para m�, y le otorgu� sendos derechos. Reescribir mi realidad de mobiliario y cajones con su ojo de texturas y peque�eces. He hallado cada cosa. Selvas impenetrables en la alfombra, riscos de la antig�edad en el patt�, lejan�a extraterrestre al fondo de una botella rota de XX Lager, oscuramente verde como un hangar o un orfanatorio clandestino, oscuramente verde como tus propios miedos.

As� que anoche, mud�ndome de casa, a punto de desechar un vinilo de Prefab Sprout que jam�s escuch�, record� la generosidad de Mr Lowrie y permit� a la c�mara sumergir su perspectiva digital en los caminos de la tecnolog�a an�loga. Apenas se les enfoc�, los surcos vin�licos de Jordan: The comeback rompieron su par�bola y se llenaron de historia, en un gesto museogr�fico, pleno de sentido.

Obtuve fotograf�as impresionantes que, en primera instancia, parecen vistas nocturnas del Canal de Panam�, cortes transversales a un coraz�n de poleas, o la rec�mara del Balrog. La m�sica lloraba por salir, as� que instal� los 33" en su elemento natural, el tornamesa, haci�ndolo girar por primera y �nica vez.

Coloqu� la c�mara con dificultad sobre el disco en movimiento y capt� varias postales de aquel paisaje irrepetible. Mientras tanto se alz� la voz de Paddy McAloon, hasta ayer inanimado, nada del otro mundo. Con el tornamesa encendido, las fotograf�as ganaron viveza y armon�a, pero perdieron pulso.

Entonces lleg� el jab�n. Santiago y el jab�n. Es decir, burbujas. Una sola burbuja perfecta cay� donde apuntaba la c�mara y desat� un sinf�nico conjuro multicolor, texturas improbables, elementos en pleito. McAloon jam�s volvi� a ser el mismo. Santiago r�e. Pap� se queda absorto y agota la memoria de la Canon, hasta que plop.

Entre Santiago y yo logramos docenas de nuevas burbujas, pero ninguna logr� el acto encantador de la primera y s�lo anegaron la escena.

Emocionado, envi� un mail de socorro al buz�n de un ingeniero del Laboratorio de Optica Cu�ntica de Caracas, Venezuela, no muy enterado de la m�sica pero experto en burbujas. Su comentario �que me reservo, a petici�n suya� fue ponderado, hondo, inspirador, el diagnosis que un psic�logo profundo como Hans K�ng obtendr�a de entrevistar al jab�n.

Estos muchachos saben de burbujas. No s� qu� tan lejos lleguen sus averiguaciones e hip�tesis, qu� descubran, en qu� se vea afectado mi entorno inmediato cuando logren vender sus cuadernos de notas a cualquier monopolio farmac�utico, por no decir a cualquier r�gimen militar.

De su obsesi�n cient�fica se deduce que, si mal nos va, llegar� una guerra para la cual nadie est� preparado. As� nos capacitemos en el mejor arsenal de metales y p�lvora, el vencedor utilizar� una gigantesca paleta tira-burbujas que rociar� el horizonte con jab�n asesino.

Ojal� no, pero si llega ese d�a maldito de arrepentimientos, purgatorios e higiene terminal, extra�ar� este p�rrafo. Me pesar� no haber tomado en serio a los venezolanos que estudian el umbral de resistencia de las burbujas, su punto de inestabilidad o colapso, su propensi�n a quedar atrapadas por haces de luz y su grado de �v�lgame el cielo� fotocavitaci�n.

Al interior de una burbuja, los primeros cien a�os son los m�s dif�ciles.


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noviembre 6, 2003

Mientras espero el sem�foro, Frank y Emma se aman al interior de un cilindro FrueHauf con capacidad para 25,000 litros de �cido clorh�drico. Hoy viaja vac�o, casi. El peque�o charco de �cido que dejaron los intendentes penetra silenciosamente por la suela de los botines de Frank y, m�s en serio, por la mezclilla de los pantalones arremangados de Emma, quien corre m�s peligro. El cilindro se bambolea poco, pero ese poco es perceptible. El emblema FrueHauf me queda de frente y desv�a mi atenci�n, mientras aguardo a la luz verde. Frank y Emma se apu�alan y jadean como si fuera 1999, bambolean el cilindro frente a m�.

De luces verdes, pienso que los sem�foros son una muestra de que a�n el m�s recalcitrante anarquista, sea el Unabomber o sea John Lydon en su �poca m�s ruda, se detiene a esperar la luz verde de un sem�foro y paga con billetes que traen leyendas que no pueden ser m�s convencionales: "P�guese por este billete la cantidad de..." Eso de luces verdes. Ora que de camiones FrueHauf pienso que son pr�cticos, pero no son los mejores. Qu� tal esos caparazones Comet, famosos por el horizonte de manejo en vialidades estrechas, o los Great Dane, de l�nea victoriana.

La palabra clorh�drico es onomatopeya de los efectos que Frank logra al interior de Emma. Emma encaja los campanazos de carne de Frank �puede llamarse Frank o Frank Vicente o Frank Vicente Froyl�n De Todos los Santos� y se entera de muchas cosas a la vez: hierven al interior de su �tero los mililitros de sangre que hacen del pene de Frank un ente desesperado y s�lido, pero tambien hierven las certezas que ven�a esperando, el tacataca de los huesos que quieren desatornillarse ante la resistencia de tendones y m�sculos, que se lo niegan.

Frank se derrite en Emma (del verbo To melt). Emma no sabe si volver�, no s�lo si volver� Frank sino tampoco si volver� la vigilia militar con sus acompa�antes. Hay algo muy cierto: volver� el �cido a llenar la panza del cilindro y el verde a los sem�foros. Estoy, digamos, triste.


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noviembre 4, 2003

Perd�n, de verdad perd�n, pero estoy cansado de los mails de Rabino y el maldito Farmer Brother. Tanto les afecta el lenguaje lim�trofe de Santiago, su preferencia intolerante por la lechuga bola, los tenedores desechables, la papa Rosett y las aventuras en plastilina de Bob el Constructor.

En su mensaje de ayer, Rabino se sinti� porque le coment� que mi hijo Santiago se vuelve loco con Spud, el travieso espantap�jaros que pone cada traba al empe�oso Bob. Y se enoja tambi�n porque digo "el travieso espantap�jaros"; le suena off-side, adjetivos tan elementales. Nada que ver con su feliz reacci�n de Septiembre cuando hablamos largamente del esoterismo lechoso y de nuestra colecci�n de Speed Metal escandinavo, un g�nero encerrado en s� mismo, revolucionario, corrioso, sanguinoliento hasta decir ya basta.

Y m�s raro lo de Farmer Brother. Estoy de acuerdo, Farm, si ocupaste mejor lugar que yo en el concierto de Radiohead (Coors Amphitheater, Chula Vista) lo habr�s disfrutado, ser�a la experiencia renovadora y tal. Pero yo no. Los jardines est�n a media milla del escenario. No vuelvo a pisar el Coors Amphitheater a menos que tenga boleto de primera fila. Fue como ir al autocinema a ver un concierto pregrabado de Radiohead. S�lo guardo la bella "You and whose army", canci�n incomprendida y hu�rfana, que Thom Yorke cant� pegado al lente de las c�maras, encima de todos nosotros.

Amigos, d�nde est� la decencia, sus ganas de ser la membrana social que promet�an y de la que son capaces, tal vez, aproximadamente. D�nde qued� el alter ego con que escribieron eso de "... entienda, Se�or Phuy, que vamos a perseguirlo hasta el cansancio."

En castigo, no publicar� sus direcciones de e-mail. Quien tenga un mensaje para ellos, m�ndemelo, ya veremos si se lo turnamos, que se han portado mal.

PD. Qu� rico es confundir a la gente.


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